Pitia | Techo de Cristal en Mujeres y Hombres
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Techo de Cristal en Mujeres y Hombres

En todas las conferencias o debates a los que he asistido, los temas sobre la diferencia de brecha salarial entre mujeres y hombres, el acceso a los distintos puestos de trabajo, el cuidado familiar… sólo se analizan desde la perspectiva de las cifras. En todas ellas la mujer sale perdiendo. En todos los debates se habla de medidas para contrarrestar esta dinámica, y también se comentan  los escasos resultados a las políticas que intentan fomentar la igualdad. En alguna ocasión se menciona que a la sociedad se la empieza a educar en el sistema familiar y es ahí donde se tiene que realizar un esfuerzo educativo para concienciar de que todos somos personas capacitadas para realizar las mismas tareas con la misma eficiencia, independientemente de que tengamos un sexo determinado.

Yo planteo una visión distinta a estos datos. Lo cierto es que los datos son la consecuencia de algo. Si las políticas de igualdad no tienen el resultado que se espera, tal vez es que no se tienen en cuenta las variables origen del problema. Se observan las consecuencias y se incide en paliar las consecuencias (mencionadas en el párrafo anterior). Pero del origen, no se pronuncia ni una sola palabra. Esta reflexión viene de la gran Marie Curie, quien estudiaba el efecto de la radiación.

Su nombre original es Maria Salomea Skolodwska, nacida en Polonia el 7 de noviembre de 1867. Al casarse con su esposo, Pierre Curie, adquirió la nacionalidad francesa y también el apellido de su marido. Descubrió el polonio, un elemento químico, tras varios ensayos en los cuales este elemento estaba ínfimamente presente pero condicionaba el resultado de su estudio. Otros elementos con mucha más presencia no aportaban la información que buscaba. La observación la llevó a descubrir una proporción muy pequeñita de “algo” que al final tenía la llave de la respuesta. Al principio, no le dio la importancia que luego descubrió que si tenía. Descubrió la variable “origen” de la que yo hablo.

Efectivamente, la educación comienza en casa con unas reglas escritas y no escritas. Las no escritas tienen que ver con lealtades inconscientes, es decir; esos modelos que reproducimos sin saberlo por una razón oculta. Esa razón tiene que ver con varias cosas, entre otras, con los permisos.

Los permisos son las leyes que rigen en un sistema. Existen tres tipos de permisos: el de mi sistema de origen (mi familia), el permiso de la sociedad donde vivo (mi país, por ejemplo) y mi permiso propio. Todas las mujeres emprendedoras que ocupan cargos tradicionalmente destinados a los hombres tienen un denominador común: hablan de que ellas mismas se han permitido atreverse a todo, y para ello, han buscado sus recursos. Esto, como todo emprendimiento en la vida, a veces nos confronta con obstáculos, pero los obstáculos les han servido para reafirmarse en su propósito y para buscar estrategias nuevas. Es decir, que han puesto en marcha todos sus talentos: los visibles y los que no sabían que tenían.

Las estadísticas, por tanto, no tienen en cuenta unas variables fundamentales: el nivel de permiso interno, el nivel de emprendimiento personal y el nivel de preferencias internas, íntimas e individuales, que reflejan las relaciones de intercambio que pueden llegar a ser radicalmente opuestas según las personas. Los intercambios que hacemos para todos son intercambios en equilibrio y no se pueden comparar con el intercambio de ningún otro individuo (ver artículo “¿Cómo empezar a ordenar las emociones?).

Las cifras meten a todas las personas en el mismo saco. Pero, ni las cifras recogen todas las variables (faltan las que acabo de mencionar), ni las variables se pueden medir de la misma manera.  Estos análisis dan resultados cuantitativos de ciertas variables, pero son incapaces de obtener resultados no cualitativos. Por eso no se encuentran soluciones eficaces. 

¿Qué elementos pueden determinar el grado de liderazgo personal en la consecución de objetivos?

LOS PERMISOS

Como he comentado anteriormente, existen tres clases de permisos.

1. El de la familia. Se sabe perfectamente qué está permitido y qué no. Tiene que ver con las tradiciones, propias de todas las culturas.

Ejemplo 1: que el primer hijo se llame igual que un ancestro nos guste o no nos guste el nombre. Muchas personas no se atreven a defraudar a sus familias para que no sientan pena a costa de su propio hijo.

Ejemplo 2: seguir con una tradición profesional (ser médico igual que…) o heredar una empresa familiar. Nos guste o no. No seguir con tu propio deseo profesional ya es un primer techo de cristal.

Cuando un individuo no es capaz de romper con una lealtad, una tradición, o una norma familiar, por miedo a lo que sea, ya se ha marcado un techo en su ámbito laboral. Lo personal lo llevamos siempre a los demás terrenos. El miedo en lo personal también se lleva al trabajo.

Seguir las tradiciones familiares asegura el derecho de pertenencia a esta familia. Es decir, somos miembros de pleno derecho porque hacemos lo que hay que hacer. Como expliqué en mi artículo sobre “¿Cómo empezar a ordenar nuestras emociones?”, la primera ley que se vulnera por todos es el de la pertenencia. Romper y ser tú mismo puede costar la expulsión del sistema familiar. Hay que ser muy valiente para enfrentarse al destierro. El que es capaz de hacerlo, tiene un talento natural para el liderazgo porque es capaz de asumir la soledad. Y no tendrá problemas de techo de cristal.

2. El permiso de la sociedad en la que vivimos. Estamos de acuerdo que una mujer no se siente igual de cómoda poniéndose en bañador en un país occidental como en un país musulmán. Estamos también de acuerdo en que en los países occidentales hay permiso para que las mujeres conduzcan y, en países muy conservadores, solo pueden conducir con el permiso de un hombre. En España, no hace mucho, las mujeres no podían abrir una cuenta corriente si no era con el permiso de un familiar varón. No seguir con las normas de “lo social” también conllevan a una exclusión, un destierro o incluso un castigo.

3. El permiso propio: este es el más importante. Aún cuando una persona cuente con el permiso social, el permiso familiar, si no se da permiso a sí misma, no podrá lograr determinado tipo de objetivos.

Las estadísticas inciden mucho en políticas que intervienen sobre la sociedad y algunas de ellas sobre las familias. Pero ninguna sobre el permiso personal. El permiso propio es un mundo por explorar en cada individuo. Las razones por las cuales, ya sea una mujer o un hombre, no tiene el valor para abrirse a la vida, tiene que ver con dinámicas emocionales muy profundas de las que tal vez no tenga consciencia.

Volviendo a Marie Curie: a principios del siglo XX logró algo reservado a los hombres. Tras haber estudiado clandestinamente en la universidad flotante de Varsovia y habiéndolos culminado posteriormente en París, ganó el Premio Nobel de Física en 1903 (compartido con su marido y con el físico Henri Becquerel), y en 1911 el de química, esta vez en solitario. ¿Qué permiso se dio Marie Curie?. El suyo. Fue clave.

Si le preguntáramos si ser mujer le impidió llegar donde ella quería, la respuesta sería clara. No podemos negar que no lo tuvo fácil, pero tampoco que su sexo le impidiera llegar donde quiso.

NIÑA DE PAPÁ, NIÑO DE MAMÁ

Una “niña de papá” es aquella niña que es el “ojito derecho” de su padre, la preferida. El padre ha volcado en ella un afecto especial, tan especial que incluso puede llegar a desbancar en algunos terrenos al afecto del padre hacia la madre o hacia el resto de hermanos.

Una “niña de papá” procurará agradar  al mismo, satisfaciendo los deseos conscientes e inconscientes del padre para que éste se sienta orgulloso de ella. Se convertirá en una mujer extremadamente eficiente a la hora de detectar todas las necesidades y gustos de su progenitor, y buscará la mejor manera de comportarse para poder hacer que se sienta orgulloso.

¿Qué ocurre cuando esa niña, convertida en mujer, se incorpora al mercado laboral?. Será una mujer que habrá aprendido a desarrollar una intuición especial para lo que necesita el jefe. Se anticipará a muchas de sus necesidades. Será una gran consejera, una excelente mediadora, y una brillante profesional, con muchas destrezas y extremadamente eficiente.  Sin embargo, le costará especialmente acceder a los primeros puestos de dirección, no porque no se los ofrezcan, sino porque interiormente, existe un bloqueo emocional. Las “niñas de papá”, inconscientemente, han intentado ocupar un lugar privilegiado para su progenitor “rivalizando” con la madre para ser más visibles, y lo han logrado.  Se han posicionado en un lugar jerárquico más grande (el de la madre) y por tanto costoso de mantener. Este “descoloque”, cuando están en el mundo laboral, hace que se sientan interiormente algo desequilibradas y carentes de la energía o resolución suficientes para poder estar al frente del máximo puesto de dirección y aguantar esa presión. Cuando un niño no percibe claramente sus límites superiores (que siempre son los padres), arrastra este conflicto con la autoridad en la edad adulta haciendo que se sienta inseguro en puestos de alta jerarquía. Puede sentir que el puesto le viene grande, que soporta estrés excesivo o que ya no gestiona las situaciones con la soltura y confianza de antes. Prefiere por tanto ocupar puestos de menor rango al lado de una persona de poder (como lo hacía en la infancia con papá), donde se siente mucho más valoradas y cómodas trabajando con excelencia.

A este proceso se le llama “techo de cristal” y es un fenómeno que explica igualmente que las mujeres puedan no tener las mismas facilidades que un hombre para desempeñar un puesto de dirección. Una «niña de papá» se sentirá infinitamente más cómoda al servicio de un hombre con este puesto de dirección que si lo tuviera ella misma. Allí podrá desarrollar al máximo sus habilidades adquiridas desde su infancia siendo, por un lado muy reconocida por sus superiores, y por otro lado tal vez muy envidiada y criticada por sus compañeros de trabajo, pues son la «mano derecha» (ojito derecho) de los jefes, con todo lo que ello implica (Ver «Alas para un cambio», Jan Jacob Stam, Ed:Createspase Independent Publishing, 2016).

Por otro lado, quiero señalar que cuando en la infancia se han desarrollado una serie de estrategias emocionales que nos han ayudado a defendernos o a obtener lo que queremos, es muy difícil que el cerebro pueda hacer otra cosa, ya que se ha especializado en esas habilidades y habría que educarlo en otros talentos, lo cual implica salirse de nuestra zona de confort e invertir un gran esfuerzo en otro aprendizaje emocional.

Para que una mujer pueda romper este patrón, obviamente tendrá primero que identificar que lo sigue, y reconocer el rol que ha desarrollado en su familia de “ojito derecho de papá”. Como dice Bert Hellinger: “sin el permiso de la madre, no hay trabajo”. Ser una niña de papá no es ni bueno ni malo, es simplemente un patrón que ha ayudado a muchas mujeres a crecer profesionalmente y a tener muchísimas satisfacciones emocionales. Sin embargo, si observáis que no podéis ir a más profesionalmente, tal vez ésta sea la causa.

Este fenómeno también ocurre con los hombres frente a la relación con sus madres. La sobreprotección y sobrecarga emocional que las madres vuelcan en sus hijos varones, pueden limitarles de manera extrema en el mundo laboral (y a la hora de entablar una relación de pareja). La sobreprotección impide un proceso de frustración que es absolutamente necesario para la evolución y maduración del ser humano, ya que permite:

  • Confrontar una realidad,
  • Establecer mecanismos de compensación frente a esa realidad,
  • Bloquear el instinto de caza.

Si un hombre quiere emprender, competir en el mercado laboral, siempre sentirá la presión de satisfacer los deseos de su madre de ser “ese hombre ideal” que ella ha proyectado, y puede que emprenda estudios que no sean los que él hubiera deseado, si no los que mamá había proyectado para él, desde su enamoramiento de madre. Esto, en primera instancia, le desconectaría de su verdadera vocación profesional. En segundo lugar, tendrá dificultades en manejar situaciones de estrés frente a competidores, precisamente por la carencia en la gestión de la frustración desde la infancia. Los objetivos profesionales por tanto serán más difíciles de conseguir y se sobrecargarán de estrés. Cada uno de estos argumentos representa un techo de cristal.

En resumen: no saltarse una posición jerárquica en la infancia y darse permiso personal, son las variables clave que van a determinar nuestras metas laborales y profesionales. El género no es una variable determinante y aplicar políticas de igualdad solo va a resolver una parte del problema. En mi opinión, la solución comenzaría por implantar en las escuelas “clases de gestión emocional” para ayudar, desde la más tierna infancia, a detectar nuestros bloqueos. Los adultos mismos no sabemos muchas veces poner orden en nuestras emociones.

En mi carrera profesional, me he topado con hombres y mujeres extraordinarios cuyas únicas limitaciones profesionales vienen de patrones emocionales no resueltos. Cuando toman consciencia, se liberan y aparecen nuevas fronteras. Conectarse con lo que uno de verdad quiere ser y tener el valor de defenderlo ante uno mismo enfrentándose al mundo, es el primer paso para ser líder.

Echo de menos discursos que hablen de liderazgo personal y no de diferenciarnos hombres y mujeres, mujeres y hombres. Como dice mi querido profesor Juan Londoño: “el cuento que te cuentas, es el cuento que cuenta”. El liderazgo se debe trabajar desde los permisos y nuestros patrones conscientes e inconscientes. Es un trabajo que lleva años y, a veces, conlleva la soledad. Para el verdadero líder la soledad no es un problema porque se tiene a sí mismo entero y sin traiciones.

Referencias:

“El combatiente inteligente impone su voluntad en su enemigo pero no permite que la voluntad de su enemigo le sea impuesta”. Sun Tzú (SV AC). El arte de la guerra.

 “Soñar el sueño imposible, correr donde valientes no se atrevieron, alcanzar la estrella inalcanzable. Ese es mi destino” Miguel de Cervantes. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, S XVII.

“Debemos creer que hemos sido dotados para algo, y que eso debe ser conseguido a cualquier coste”. Marie Curie.

“Para liberarse, la mujer debe sentirse libre. No para rivalizar con los hombres, sino libre en sus capacidades y en su personalidad.” Indira Gandhi.

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