Pitia | Camino a la maestría
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Camino a la maestría

La maestría es el arte de dominar una habilidad, una técnica, un hacer o un saber. No nos damos cuenta muchas veces de las maestrías que adquirimos, simplemente porque vamos en piloto automático, porque no les damos valor, o ambas. Estamos enfocados en otras cosas, estamos obsesionados en conseguir unos objetivos determinados y hasta que no los logramos, nos pensamos que no somos lo suficientemente hábiles o válidos en nuestras estrategias ya que no hemos conseguido lo que nos habíamos propuesto.

Esto nos hace perder mucha autoestima y no ser conscientes de todo lo que valemos. Nuestro valor lo asociamos exclusivamente a la obtención del producto. No hay producto, no hay valor. Somos unos lerdos. Sólo enfocamos el error.

Hace muchísimo tiempo que me he dado cuenta de esto y seguramente, tú también. Sin embargo, en algún momento de ralladura y frustración, nos puede atacar el “bicho”. Cuando esto suceda, pregúntate todas las cosas que sabes hacer, no exclusivamente lo que has conseguido. Y puede que hasta te sorprendas de todo lo que vales.

 

“Siempre ha de haber dos, ni más ni menos. Un maestro, y un aprendiz”. 

Yoda

 

Yoda es mi ídolo. El guionista me apasiona. Se nota que tiene mucha escuela.

Los verdaderos guiones son los que se leen “entre líneas”. Aquí, los dos únicos que tienen que estar sois tú y tú. El tú de antes y el tú de ahora. El aprendiz y el maestro.

Con respecto a mi yo de antes, me he hecho una auténtica maestra en paciencia. Tengo una paciencia infinita, de santa. Es algo que necesitaba como el respirar, porque la intensidad de mis emociones es tan abrasadora que corría el riego de quemarme en mi hoguera. Controlar la intensidad de mis emociones, y digo bien la intensidad, no mis emociones, ha sido mi proceso clave a lo largo de muchos años.

Y un día te encuentras con que todo el mundo se sorprende de la paciencia que tienes ante cualquier circunstancia. Y te lo dicen con admiración. Y entonces, algo se confirma en tu interior y te invade una profunda alegría, un profundo reconocimiento, un profundo agradecimiento. Hacia el que te lo dice y hacia ti misma. “Pitia, gracias por haber sido tan paciente contigo misma. Aquí estás, llena de paz, llena de gracia, llena de Maestría”.

 

“Ave Maria, llena eres de gracia. Bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús”.

Amén.

 

¿Cuántas veces habré escuchado y repetido esta frase sin prestarle la menor atención? ¿Casi aburrida? Y sin embargo, dentro de mi propio proceso, ha cobrado un nuevo sentido.

Si me lo digo yo a mí misma, la frase se llena de contenido, de amor, de admiración y de alegría. A “Maria” la sustituyo por “Pitia” y me bendigo entre todas las mujeres porque yo soy una de ellas.  El fruto de mi vientre soy yo misma, el resultado de mi vida y de mis experiencias.  Estoy llena de gracia porque estoy llena de habilidades tanto trabajadas, como innatas. “Jesús”, el hijo que llevo dentro, soy yo misma también. Yo, en la persona en la que me he convertido pasándolas más o menos putas.

Mientras me iba haciendo el máster en paciencia, he aprendido a hacer muchas otras cosas muy útiles que me han forjado el carácter. La maestría en una cosa que te llega porque te has convertido en maestr@ de otras muchas.

La maestría en paciencia viene de controlar enfados. Los gordos y los que te provocan las pequeñas cosas que, sin darte cuenta, te cabrean desde que te levantas: haber dormido mal, que se te tuerza el día, que te duela algo, que tengas que enfrentarte a tareas que te ponen del hígado…

Para controlar los enfados, tienes que hacerte maestro en darte cuenta de que eres un enfadica profesional, hace falta escucharse a uno mismo y querer dejar de tener esa relación tan asquerosa (para mi) con el mundo.

Y para eso, hace falta convertirse en un maestro en dominar la vulnerabilidad y el miedo. Y sin esa maestría, siento mucho decírtelo, no te comes ni un colín.

Hace falta mucha maestría en fuerza de voluntad, coraje y aprendizaje.

Y estos recursos se adquieren a base de mucho trabajo. Y para saber trabajarse duro, hace falta tener la maestría del aguante y de la contención.

Y para llegar a tener mucho aguante y contención, hace falta adquirir la maestría de la observación y del estudio.

Y puedo seguir tirando del hilo. Y de eso se trata, de ir tirando del hilo para ver toda la madeja y contabilizar todo lo que has tejido con ella.

Ojo, puedes haber adquirido varias maestrías muy saludables pero no te engañes, también muy tóxicas. Puedes haber desarrollado la maestría de la rabia, del pesimismo, de la enfermedad, de la queja, del victimismo, de la desconfianza. Aquí cada uno se hace maestro de lo que quiere y de lo que no quiere. Puedes llegar a ser un Maestro en putearte a ti mismo y a todos los demás, aunque aparentemente no te despeines.

¿Cual es tu siguiente nivel?

Mi siguiente nivel, si quieres que sea completamente sincera, es la iluminación. Estar iluminada todo el santo día. Lo estoy el 80% de mi tiempo y te confieso que a día de hoy me siento interiormente muy bien, muy clara y muy tranquila.

Pero estar iluminada al 100×100, eso para mí ya seria tener “NivelDios”, como diría mi queridísima Leticia.

Yo me quiero hacer Maestra en estar iluminada “NivelDios” para el año que viene, Dios mediante. Voy a invertir todos mis esfuerzos en ello y, aunque no alcance totalmente mi objetivo, estoy convencida de que en el transcurso de mi aprendizaje voy a ir incorporando otras maestrías y, desde luego, pienso estar muy atenta a ellas.

Para mí, estar iluminada es poder elegir siempre la emoción que quiera tener. Como si estuviera delante de un escaparate y me pudiera llevar lo que yo quisiera. Eso debe de ser la ostia. Lo eliges y te lo llevas puesto. Sin más. Sin transiciones.

Me llevaría del escaparate estar de buen rollo todo el rato, aunque tuviera al mayor hijo puta enfrente. Bueno bueno, sólo de imaginármelo, de imaginar tomarme cualquier circunstancia con buen rollo y con cachondeo interior, me hace gozármela.

Esto no significaría ser irrespetuosa, irreverente o irresponsable, porque no soy ninguna de estas tres cosas. Significaría que ante cualquier emoción disponible para mí, pudiera escoger el buen rollo. Buen rollo por saber relativizar la situación, por saber colocar las cosas en su sitio y por estar mucho más segura a la hora de emprender estrategias.

Estar verdaderamente centrado es para mí, el “summum” de saber vivir bien. Estar centrado no quiere decir ser una seta. Estar centrado es estar conectado y fluir en esa conexión y en esa dimensión.

Entonces nada te distrae, ningún obstáculo es un obstáculo. Todo son certezas. Y el aprovechamiento del tiempo es brutal, porque no se pierde ni en gilipolleces, ni en ralladuras, ni en distracciones que lamentar. El margen de error se reduce al mínimo y tu vida es la que tú quieres que sea, porque tú eres un Maestro. Te has convertido en la persona que querías ser.

Es el verdadero sentido de la Muerte. La Muerte te permite volver a elegir y a volver a ser otra persona. Cuanto más muerto estés, mejor podrás resucitar de tus cenizas. Así que no te importe morir las veces que sean necesarias, porque será una experiencia única para volver a tu escaparate a coger lo que quieras.

No somos conscientes de todo lo que podemos elegir en la vida, porque nos centramos en  nuestras circunstancias y limitaciones. Las circunstancias y las limitaciones están ahí para morir y volver a elegir otra cosa. Si no tienes algo o te lo han quitado, piensa que tal vez exista una razón que todavía no comprendes, o que todavía no está a tu alcance comprenderlo. Si eres listo, lo pillarás tarde o temprano.

 

“No, no es diferente, solo es diferente en tu mente”. 

Yoda.

 

Esta gran verdad es un trampolín para serenar cualquier emoción limitante. Se lo digo mucho a mi hija Ginebra para que desde pequeñita, aprenda a observar qué es lo que ocurre con el “CON” y el ”SIN”.

Con lo que quiero y sin lo que tengo.

Le enseño a observar qué es lo que va sucediendo en el transcurso del tiempo para que se dé cuenta de que el “SIN” nos lleva a otros “CON” y el “CON” nos lleva a otros “SIN”.

Este aprendizaje es siempre “a éxito”. Siempre. Porque nunca se pierde nada. Tal vez se ganan cosas diferentes, cosas inesperadas, que incluso te hagan ser una persona mucho más completa, más feliz, más humana. Más entera, más trascendental, más comunicativa, más generosa, más amorosa, con más intercambios, con más bendiciones. Porque en definitiva de eso se trata, ¿o no?

Y en este punto, lo de “bendita tú eres entre todas las mujeres”, cobra todo su sentido. Sí. Estoy bendecida.

Bendecida por ti, que me lees, que me escuchas y que me acompañas en mi proceso de Maestría.

Bendecida por la familia que me dio la vida y la que me rodea.

Bendecida por la familia que he creado, que me cuida y que me quiere con todo su corazón.

Bendecida por todos mis amigos.

Bendecida por mis gatos, esos dos seres maravillosos que se acaban de incorporar a mi hogar para llenarlo de travesuras, mimos y una nueva comunicación no verbal llena de contenido y sabiduría.

Bendecida por todas mis bellas amigas, maravillosas y leales hasta la muerte. Mis hermanas del alma.

Bendecida por todos mis colaboradores, por su trabajo en equipo tan honesto, tan amoroso, tan intenso, tan alegre y de tan buen rollo. Bendecida por mi querido Gran Jefe.

Bendecida por todas las personas que acuden a mí con una confianza ciega. Me emocionan profundamente y les estoy y estaré agradecida toda mi vida y las siguientes.

Y bendecida por mí también, ¡qué coño!.

Así que estoy en esas, querid@ mi@. En el proceso de iluminación para pasármelo cada día mejor.

 

““That’s all Folks!”, (¡esto es todo amig@s!)

 

 

 

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