28 Oct Lo que más miedo me da
Lo que más miedo me da en esta vida es no enterarme de qué van las cosas. No enterarme por falta de información (por eso soy tan observadora y tan curiosa) y también por falta de cojones.
Los seres humanos evitamos tener contacto con el miedo y con la decepción, escondiéndonos lo que nos duele o puede doler. Nos “tapamos” las cosas. Y eso tiene consecuencias graves: te hace perder tu tiempo y te hace perder tus metas.
Te pongo un ejemplo que seguro has vivido: cuando una situación se está pudriendo, cuando una relación se está deteriorando y sin embargo, quieres maquillar que la cosa va muy mal.
Por mucho que maquilles, al final lo inevitable sucede. Has intentado por todos los medios que no ocurra. Pero el único medio que hay que emplear es la cordura. Las personas son lo que son, las situaciones dan lo que dan y ser objetivos es crucial para no sentir que has perdido algo y verte en la necesidad de compensar esa pérdida.
“En el proceso de la observación pueden reconocerse 5 elementos: el objeto de la observación, el sujeto u observador, circunstancias de la observación, medios de observación y cuerpo de conocimiento”.
Mario Bunge
Yo he sido una experta en maquillar personas y situaciones. Aunque siempre he tenido una base muy cuerda, otra parte de mí necesitaba encontrar más dulzura en las situaciones. Una persona me dijo una de las frases más importantes de mi vida, que me dejó helada: “te relacionas muy bien con tu mentira”. Me dejó helada. Creo que esa frase es una de las mejores terapias que me han hecho en la vida. Gracias Maite.
Todos hemos tenido amigos a quienes les hemos disculpado ciertas actitudes y luego nos han dado la espalda. Lo mismo con parejas. Todos hemos creído en la recuperación de seres queridos que estaban gravemente enfermos y sin embargo se estaban muriendo ante nuestros ojos. Pero nuestro dolor era tan grande que buscábamos el milagro.
Los milagros no existen. Al menos, de la forma en que queremos que ocurran.
Para que ocurra un milagro, primero tenemos que situarnos bien en la escena y enterarnos qué es lo que está pasando de verdad. Es decir, que hay que enterarse de qué va el rollo. Esta es la clave del éxito en todos los campos de la vida.
Para enterarse de qué va el rollo, hay que tener determinación y convicción. La determinación de aguantar el miedo a la realidad. Ésta, a veces (muchas), da un miedo espantoso. Y para tener convicciones, hay que estar muy seguro de las cosas y la seguridad se obtiene observando todo muchísimo, muchísimo, muchísimo.
Imagínate que un amigo, un socio, una pareja, parece ideal. Tiene todo lo que tú buscabas. Ojo. Aquí digo “buscabas”, no “necesitabas”. Porque tú puedes estar en búsqueda de algo porque has fallado el análisis. Lo que necesitas de verdad puede ser algo muy distinto.
Puedes estar buscando a alguien con ciertas cualidades y encontrar a esta persona porque te parece que las tiene. Sin embargo, a lo mejor lo que necesitas es estar más seguro de ti mismo, y lo que necesitas encontrar es esa cualidad en ti, no en el otro.
Si tu vences el miedo de verte tan vulnerable, seguro que ganas objetividad para trabajarte tu vulnerabilidad y de repente te das cuenta de que tienes que ir por otro lado.
¿Cómo darse cuenta de la vulnerabilidad? Muy fácil: cuando las putadas que te hacen se repiten. O las circunstancias negativas que te rodean, persisten. Eso es que ahí, falla algo en ti. Tienes una pedrada, y gorda, te aviso.
¿Qué es lo que falla? Pues observa.
“Si quieres entender a una persona, no escuches sus palabras, observa su comportamiento”.
Albert Einstein.
Observa cada reacción de la gente. Observa cómo esas reacciones te mosquean, te molestan, te parecen raras, aunque sea un poquito. Generalmente los grandes errores comienzan por ahí. No prestar atención a esos mini detalles no permite darte cuenta de lo que hay.
Imagínate que alguien ha estado durante mucho tiempo a muerte contigo. A muerte es a muerte. Y de repente, hace algo que no te esperas. No hace falta que sea algo tremendo. Un pequeño gesto. Los pequeños gestos esconden las grandes realidades.
Imagínate que un día a esa persona le molesta algo absurdo, como una sorpresa. Haces un plan con ella porque te ha dicho que le encantan esos planes y cuando se lo propones porque lo has estado preparando con mimo, de repente te dice que no sabe si va a poder, o que no has tenido en cuenta que tiene otros compromisos. Tu te quedas flipado. Tu cuerpo se queda flipado. Pero te lo tragas.
Imagínate que un socio te dice que va a realizar una serie de gestiones que son super importantes para vuestra empresa. Pero no las va haciendo, con excusas varias. O va dando largas. Tu te lo quieres creer todo, aunque dentro de ti se ha roto algo. No escuchas esa voz interior y consigues acallarla porque existen 1500 razones que prueban lo contrario: esta persona, recuerda, ha estado “a muerte contigo”… o al menos, eso parecía.
Porque a tenor de lo que está ocurriendo ahora, las cosas no cuadran. No puede ser que una cosa sea tan, tan, tan guay por un lado y que por otro hagan algo que suena un poco raro…
Al ser humano, lo que más le cuesta, es ser realista. Y lo real, es lo que está ocurriendo, no lo que crees que está ocurriendo. Y lo real siempre nos causa impactos en el cuerpo. Cuando algo nos duele o decepciona, se nota en el cuerpo. Surgen la inquietud, el malestar, el agobio, el no estar bien. A veces puede ser muy tenue pero poco a poco esas sensaciones van amplificándose.
Y al final, pues ocurre lo que ocurre y nos quedamos super chafados, tristes y aún más amargados. Si hubiéramos parado las cosas antes, aunque hubiéramos perdido algo, habríamos ganado otra cosa aún mejor: la seguridad de que ver la realidad era la mejor opción; autoestima porque sabes que has tomado la mejor decisión y control, porque la realidad no te ha comido.
“No podemos crear observadores diciendo “observad”, pero dándoles el poder y los medios para esta observación y estos medios son adquiridos a través de la educación de los sentidos”.
María Montessori.
Cuando me preguntan: ¿y cómo me doy cuenta? ¿y cómo maduro para que no me vuelva a pasar esto? Respondo siempre lo mismo: “no te niegues las sensaciones que te trae el cuerpo. En cuanto notes una cosa rara, párate a pensar”.
Voy a comentar una situación muy recurrente en los entornos que conozco. Esta dinámica se produce en el campo de la enfermedad, tanto desde el enfermo como con sus familiares.
Imagínate que alguien de tu familia muy querido (tu padre, tu madre, un hermano) se enferma gravemente. Vamos a poner que sea tu padre, por ejemplo.
Tu padre tiene una cierta edad y el diagnóstico es realmente malo. Lo que puede ocurrir desde ti mismo es múltiple:
- agarrarte desesperadamente a un milagro. Esto es muy difícil que ocurra y no ser consciente de que la muerte es inevitable, en vez de aprovechar el tiempo para despedirte, para hacer el duelo, para contar cosas que van a permitir que tu padre se vaya en paz, estás privándote de recursos preciosos.
Si tu padre sabe que se está muriendo (que en el fondo lo sabe), le tranquilizaría mucho más que tu te portaras como un adulto. Se quedaría más tranquilo si te ve objetivo.
En vez de aprovechar para solucionar lo pendiente, te metes en tu globo y eso no solo no va a evitar lo inevitable, sino que después te dejará en peor situación anímica.
- Ocultar el diagnóstico real a tu padre: no hay cosa peor que eso. Tratar a nuestros padres como si fueran niños es uno de los actos más nocivos que conozco. Primero, no les estás dando la facultad de pronunciarse sobre cómo se quiere morir, luego le ves súper vulnerable y sin capacidad de reacción y finalmente, haces que se pierda la capacidad de resolver lo pendiente.
Uno siempre sabe cuándo está enfermo, cuándo se va a morir. Porque ese estado permite una conexión metafísica, un estado de consciencia mucho más sutil que el de una persona que todavía le queda vida. Otra cosa es que lo manifieste o no y aquí viene las posibles dinámicas del enfermo.
El enfermo puede ser muy consciente de su enfermedad y tranquilizar a su entorno (aunque no evitar la pena).
El enfermo puede ocultar la gravedad de su enfermedad a su familia, con lo cuál debilita profundamente la capacidad de reacción de su familia
El enfermo se oculta a sí mismo la gravedad de la enfermedad. Y lo hace aunque en su fuero interno haya una vocecita que le esté diciendo lo contrario. Esto no le permite quedarse en paz consigo mismo e intentar darle sentido a su vida y a su muerte.
Pues esto es un poco lo que nos pasa a nosotros mismos con nuestros desequilibrios emocionales.
“La observación indica cómo está el paciente; la reflexión indica qué hay que hacer; la destreza práctica indica cómo hay que hacerlo. La formación y la experiencia son necesarias para saber cómo observar y qué observar; cómo pensar y qué pensar.”.
Florence Nightingale.
Es mucho, pero mucho más difícil vivir sin entender nada, que adiestrarte en vencer al miedo para afrontar la realidad.
Yo quise adiestrarme porque sentir que estás a expensas de que ocurran cosas sin enterarte de porqué pasan, es muy jodido.
Recuerdo perfectamente cómo pasé del “no entiendo nada” a “quiero entenderlo todo” y “voy a entenderlo todo”.
Hay muchas personas y profesionales que nos ayudan a entender. De hecho, mi vocación viene precisamente en agradecimiento a aquellas personas que me enseñaron a observar cómo funciona el mundo de verdad.
Observo muchísimo. Para entender, hay que observar sin parar. Observo sin observar. Dejo que la información se almacene y genere sensaciones corporales. Y luego contrasto esas sensaciones corporales con lo aprendido y estudiado. Y de ahí se saca una primera conclusión que habrá que seguir cotejando, no darla por buena inmediatamente. Generalmente, esa conclusión se va reafirmado con el tiempo.
Si una persona que ha estado a muerte contigo de repente hace algo raro, es rara. Y punto. Y te la va a jugar. Si lo ves ahora mejor. Si no lo ves ahora, pues no te preocupes, que la ostia viene un poco más tarde y con más dolor.
Ten la mano muy firme. A eso me refería con la convicción. Cuando hay que cortar cabezas, se cortan. Si tienes que romper con tus principios, rompe sin dudarlo. Si tienes que modificar todas tus relaciones de intercambio, hazlo. Lo que te espera si no lo haces va a ser más duro.
El tiempo de nuestro paso por aquí es limitado. Si gasto mucho tiempo en gilipolleces, me queda menos tiempo de disfrute. Y además, con el tiempo nos hacemos mayores y ese factor impide que disfrutemos de manera más completa de la vida.
Quiero enterarme de todo para no perderme ningún éxito en mis objetivos. Quiero ser lo más sana posible en mis relaciones de intercambio. Quiero ser muy consciente de todas las decisiones que tomo, de por qué las tomo y de las consecuencias que asumo. Si tengo que cambiar radicalmente de estrategias, lo hago sin dudarlo, no me quedo llorando ni haciéndome preguntas vacías.
Esto es lo que más miedo me da en la vida: estar ciega. No me da miedo equivocarme, porque de los errores se aprende. Me da miedo ser una cobarde conmigo misma y no querer ver las cosas como son. No me lo podría perdonar.
Mi cobardía haría que yo fuera de fracaso en fracaso, de cagada en cagada, sin poder aprender de ellas. Mi cobardía haría que mi hija tuviera más miedo a la vida por falta de fuerza y realismo de su madre, que la educa.
Mi cobardía en ver las cosas tal como son me harían perderme la oportunidad de verme con amor y respeto.
Mi cobardía me impediría tener relaciones auténticas con todo.
Lo que más miedo me da, son las consecuencias de mi propio miedo.
“Ser Jedi es enfrentar la verdad y elegir. De la luz, o la oscuridad, padawan. Sé una vela, o la noche. Que la fuerza te acompañe”.
Maestro Yoda en Star Wars.
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