10 Abr Emociones Disfuncionales y su repercusión en el cuerpo
Desde la Antigüedad se intuía que la enfermedad era la consecuencia de una mala ordenación de pensamientos y emociones. Hipócrates de Cos (460 AC.- 370 AC.) médico de la Antigua Grecia, decía que “Si alguien desea una buena salud, primero debe preguntarse si está listo para eliminar las razones de su enfermedad. Sólo entonces es posible ayudarlo”.
Las razones son el fruto de pensamientos provocados por emociones:
1. El rol de los pensamientos en la enfermedad. “La biología de la creencia”, Bruce H. Lipton.
El célebre biólogo molecular Bruce H. Lipton, (1944 New Cork (USA)), autor del best seller “La biología de la creencia”, realizó un importante descubrimiento cuyas implicaciones han cambiado radicalmente nuestra comprensión de la vida, demostrando que nuestra forma de pensar cambia nuestro cuerpo, conduciéndolo a la salud y a la vida, o a la enfermedad y a la muerte. Su apoyo fue el experimento que realizó John Karat (New York 1944, EEUU) en 1988 cuyo equipo de investigación suministró lactosa como único alimento a células intolerantes a la lactosa. Obviamente, dichas células estaban condenadas a morir, sin embargo y sorprendentemente, todas sobrevivieron mutando una enzima defectuosa por una funcional para poder alimentarse de la lactosa, único alimento disponible.
Lipton pensó que si una célula era capaz de decidir cómo y cuando evolucionar cuando se enfrenta a su extinción, entonces cualquier cosa podría realizar esta transformación. La creencia hasta ese momento era que el cuerpo era una máquina bioquímica controlada por los genes y que por lo tanto, nuestros caracteres biológicos, nuestra salud, nuestra vida, dependían exclusivamente de ellos convirtiéndonos en víctimas de nuestra genética. Nuestro destino biológico estaba a merced de nuestros genes sin poder maniobrar para cambiarlo.
En 1967 Lipton comenzó con sus investigaciones con células madre. Aisló una célula madre, la depositó sobe una placa Petri y la dividió cada 10 horas. Recogió todas las células madre obtenidas de la primera célula y las separó en 3 grupos, cada grupo en una placa de Petri en entornos distintos, modificando las condiciones ambientales de cada una. En una placa se formó un hueso, en la segunda un músculo y en la tercerea tejido adiposo.
¿Qué influyó en la transformación de las células?. Todas eran genéticamente idénticas (venían de la misma célula madre), todas tenían los mismos genes, pero los resultados eran distintos. La respuesta es el entorno.
Así pues, si las células tienen el poder de modificarse según el entorno, la manera que tiene la mente de percibir el ambiente, de leerlo, puede hacer que el individuo controle sus respuestas genéticas y adquirir la capacidad de controlar su vida, y de guiarse a sí mismo hacia la salud o hacia la enfermedad.
Ante la acumulación de sentimientos de frustración, de dolor, de rabia, de impotencia y, en definitiva, las llamadas emociones “tóxicas”, estamos generando estrés y creando un entorno hostil a la célula, lo cual favorece la aparición de la enfermedad.
Por otro lado, Lipton explica que las moléculas ATP de nuestro organismo funcionan como unidades de gasolina, son el combustible necesario para nuestros procesos biológicos. El 25% de la energía total del cuerpo la utiliza el cerebro para funcionar. El cerebro usa la misma cantidad de energía que un maratoniano en una competición, es decir; que la actividad cerebral es tan intensa como una actividad deportiva de alto rendimiento. Esto es importante ya que mientras usamos nuestro cerebro, estamos fabricando pensamientos y estamos gastando energía. Si nuestros pensamientos son “tóxicos” o “contra-productivos”, la energía que estamos gastando de nuestra reserva energética, de nuestro presupuesto energético (que es limitado), no será una energía que tenga un retorno útil, ya que estarán creando una realidad difícil de superar.
Tenemos que ser conscientes de nuestros pensamientos para no malgastar nuestra energía. Si fabricamos pensamientos de angustia, dolor, tristeza, estos entrarán en nuestra realidad verdadera. El cerebro fija como cierto aquello en lo que nos concentramos. Cuanto más mantengamos la mente en pensamientos que nos asusten y alteren, más los convertirá la mente en realidad.
“Los hombres deberían saber que del cerebro, y nada más que del cerebro, vienen las alegrías, el placer, la risa, el ocio, las penas, el dolor, el abatimiento y las lamentaciones”.
Hipócrates de Cos (460 AC.- 370 AC.)
2. Las dinámicas de la enfermedad según Bert Hellinger.
La enfermedad no es únicamente patrimonio del que la padece, pertenece a toda la familia, que es quien convive con la persona enferma, quien la cuida, o quien se preocupa. La enfermedad pertenece al sistema familiar. Por tanto, es necesario estudiarla dentro de un conjunto de circunstancias y de personas.
La enfermedad representa un patrón emocional aprendido en cada sistema familiar. Cuando llegamos al doctor, lo primero que nos preguntan es el espectro de enfermedades de la familia. Lo hacen para ver la carga genética que puede presentar el individuo, pero como hemos visto que los pensamientos generan la enfermedad, podemos deducir fácilmente que si nos criamos en un entorno, no tenemos otra alternativa que mimetizar, copiar y absorber la emocionalidad de la familia. Los comportamientos se aprenden en el núcleo familiar, las reglas escritas y no escritas. Y también se aprenden las emociones que se bloquean y manifiestan a través de un síntoma.
Así podemos detectar enfermedades que padecieron abuelos, padres, tíos, hermanos… como las enfermedades autoinmunes, el cáncer, lo que los médicos llaman las “enfermedades hereditarias”. Son más bien “emociones hereditarias” que provocan “enfermedades hereditarias”. Vista desde el punto de vista sistémico, la enfermedad cumple siempre un rol: es un individuo más del clan.
Para Bert Hellinger, quien padece la enfermedad es siempre el individuo más fuerte del sistema, física y emocionalmente, porque es quien tienen más resistencia para sobrellevarla. Si la llevara otro individuo más débil se moriría. La enfermedad está a disposición del más resistente. ¿Cuántas veces no os ha llamado la atención la entereza, la fortaleza, el ánimo tan proactivo de personas que padecen graves dolencias? Siempre se habla de ellas desde la heroicidad y el ejemplo a seguir.
La enfermedad es una herramienta para llamar la atención de una emoción bloqueada: el cuerpo grita lo que la mente calla. La enfermedad no es un problema, es una mensajera. Salud y orden emocional van unidos: “mens sana in corpore sano”. La enfermedad no es un enemigo a batir, sino un mensaje que incluir y comprender.
“Más, más, más, es vida. Menos, menos, menos, es muerte”.
Bert Hellinger
Vamos a ver sus distintos mensajes y voy a poner el ejemplo de un niño que se enferma.
Dinámica del “Yo te sigo”: esta dinámica es la de por ejemplo un niño que no soporta la muerte de sus padres y enferma. El duelo le conduce a la muerte. “Mamá, si tu no pudiste vivir, yo tampoco.”
Dinámica del “Yo en tu lugar”: el niño detecta que uno de los padres está en situación de máximo peligro, máximo estrés. El niño se enferma para equilibrar el sistema. “Me muero para que tu vivas.” (es decir, que mientras tu tengas que estar cuidando de mi enfermedad, tu no estás en dinámicas tóxicas propias que te enfermen y te lleven a tu muerte papá (o mamá)”.
Dinámica del “Yo antes que tu”: el niño siente que su padre o madre se va, se enferma para que los padres se ocupen de él y no tengan ganas de morirse. “Papá, si tu no tienes ganas de vivir, yo tampoco”.
La enfermedad como expiación de una culpa. Por ejemplo, una madre que aborta premeditadamente, y el resto de su vida decide estar triste y llevar el duelo por su acción de la que no se siente bien (consciente o inconscientemente). “Hice daño y ahora me lo hago a mí”.
La enfermedad como inclusión a un individuo excluido del sistema. Si hay alguien al que se le ha rechazado en el sistema familiar (puede ser incluso un aborto que no se haya tenido en cuenta, ya que siempre se habla de los hijos vivos, pero no se contabilizan los abortos que son una energía de duelo inconsciente de mucho peso), todas las emociones de duelo, impotencia, tristeza, rabia que esa exclusión ha generado en el sistema familiar se manifiestan a través de una enfermedad en alguien.
No se puede juzgar si una enfermedad es más grave o importante que otra, cada enfermedad es importante para la persona que la lleva y dentro del sistema donde se produce. La enfermedad viene a prestar un servicio. Se puede manifestar la misma dinámica con distintas enfermedades pero, detrás de enfermedades concretas, solemos encontrar la misma dinámica.
3. El beneficio oculto del sufrimiento. Enfermedad Vs Sufrimiento.
La enfermedad se define por sus síntomas: sin síntomas, no hay consciencia de enfermedad. En mis trabajos terapéuticos, en primera instancia siempre trabajo con los síntomas, con los órganos dañados y con las emociones del cliente para averiguar su correlación. Luego incluyo a los individuos del sistema que padecieron enfermedades. El síntoma no siempre se corresponde a un daño orgánico.
Estoy enfermo si me siento mal. Es un estado subjetivo del malestar. Si me siento enfermo, entonces sufro. Y si sufro, me siento enfermo.
A través de “querer sufrir”, me puedo provocar todo tipo de enfermedades. Pero el sufrimiento tiene sus ventajas (no olvidemos que la religión cristiana mira con muy buenos ojos el sufrimiento ya que nos entrega las llaves del perdón).
1. El sufrimiento como camino para sentirse a sí mismo.
Las personas que se han construido una gran coraza de sentimientos necesitan de un sufrimiento intenso para poder reconectarse a sí mismos, como por ejemplo, los masoquistas.
2. El sufrimiento como reconocimiento social.
Todos miramos y compadecemos al “sufridor” despertando en todos nosotros una gran empatía. El sufridor es “tan buena persona”…
3. El sufrimiento como premio.
Al generar empatía nuestro entorno necesita compensarnos con más cariño para paliar nuestro dolor. Recibimos muestras de cariño y regalos.
4. El sufrimiento como muestra de superioridad hacia los demás.
Al sufrir somos más importantes que el resto. Lo que nosotros estamos padeciendo, nadie tiene la capacidad para entenderlo, no están a la altura. “No tienes ni idea de lo que estoy sufriendo”.
5. El sufrimiento como justificación de una postura pasiva.
Sufrir es más fácil que solucionar el problema y perder todas las ventajas descritas anteriormente. El sufrimiento es una emoción secundaria.
4. Dinámica más frecuente de la Diabetes. Mi caso particular.
Como he mencionado anteriormente, hay dinámicas que se corresponden con determinadas enfermedades, aunque repito que para cada sistema y cada individuo hay que analizar la dinámica particular de su enfermedad en su sistema familiar.
La diabetes, desde un punto de vista emocional, es la falta de capacidad para sentir la dulzura de la vida; es un trastorno que indica una falta de capacidad para recibir al completo la alegría de vivir. Refleja una incapacidad para tomar la vida y disfrutarla.
Los pensamientos de tristeza, desamor, abandono, miedo y soledad van debilitando nuestro sistema celular con mensajes como “no hay suficiente amor para mi”. El individuo puede que esté recibiendo mucho amor, pero su realidad interior no le permite recibirlo. La percepción de falta de amor se asocia (en la mayoría de dinámicas descritas y que he tenido en consulta) a un bloqueo en la relación con los progenitores, tenga la edad que tenga el individuo en quien esta patología aparece. Pero cada persona es distinta y hay que ver cada caso individualizado. Siempre se ha comparado el amor al azúcar.
En el caso de la DM1 insulinodependiente, el sistema inmunológica confunde a las células de Langerhams (responsables de la fabricación de insulina en el páncreas) con un virus y lo ataca destruyéndolas. Al morir estas células, el cuerpo ya no es capaz de segregar insulina, elemento determinante en la absorción de glucosa por las células. La enfermedad es una enfermedad autoinmune. Me estoy lesionando a mí mismo. Cuando hay auto destrucción, obviamente es por una falta de amor a uno mismo.
En el caso de la DM2, las células de Langerhams si que funcionan, sin embargo es la célula misma quien tiene un problema de recepción de esa insulina. Se vuelve “insulinoresistente” (no deja pasar a la insulina, forma una barrera) con idéntico resultado que la DM1, haciendo que la glucosa que la célula no puede consumir vuelva al torrente sanguíneo, produciendo un aumento de los niveles de azúcar en sangre. Me estoy bloqueando a mi mismo. Estamos bloqueando la entrada de azúcar, de amor.
En estas dinámicas, la diabetes simboliza un duelo profundo con la vida con la pérdida de la esperanza, por el motivo que sea.
CONCLUSIÓN:
No se puede tratar la enfermedad únicamente desde el punto de vista sintomatológico y clínico.
Tener una vida sana emocionalmente es sinónimo de gozar de buena salud. Esto significa tener recursos para volver a reconectarse cuando surgen las dificultades y pedir ayuda.
Cuando el cuerpo empieza a emitir señales de alerta es recomendable estar atentos a nuestros pensamientos. Si aparentemente no está sucediendo nada en nuestras vidas, seguro que nuestro inconsciente está con algún proceso.
Si sois padres y vuestros hijos se enferman, prestad atención a su mundo emocional. Tal vez estén padeciendo un nivel de estrés que no habéis detectado. Desde el mismo momento de la concepción, sus células están en contacto con las de la madre y, todo lo que le ocurra a ella, le está ocurriendo al bebé. Los hijos detectan toda la emocionalidad de los padres y somatizan con conductas diversas el miedo que sienten a que a sus padres les suceda algo grave. Este miedo muchas veces se transforma en enfermedad.
“Si supieran cuanto los amo”
Jirina Prekov, Ed. Herder
Ayudar en los procesos de enfermedad con una buena asistencia profesional, no solo para el que la padece sino también para el entorno, permite desbloquear emociones tóxicas y fortalecer el sistema inmunológico y la tolerancia a los tratamientos médicos. Aceptar la enfermedad como mensajera evita que se pueda reproducir de nuevo y previene que una futura generación imite el mismo patrón. El sufrimiento no ayuda más que mantener una actitud pasiva y egocentrista.
Se puede tratar la enfermedad desde tres distancias: de cerca, de lejos o marcharse. De cerca es la propuesta de integrarla como mensajera y trabajar las emociones. De lejos es luchando contra ella como si fuera un enemigo. Marcharse significa que ya hemos tirado la toalla. Yo os recomiendo de todo corazón que lo hagáis de cerca, como lo hago yo.
Detrás de sus mensajes hay mundos que descubrir y mundos por conquistar, talentos que perfeccionar y mucho liderazgo que nos va a ayudar en todas las demás áreas de nuestra vida.
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