El padre y el éxito
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padre y el éxito

El padre y el éxito

Padre y éxito están íntimamente relacionados en la visión sistémica.

Todo el mundo sabe quién es la madre de una criatura, pero el padre puedes ser cualquiera. Es frecuente que haya madres que atribuyan deliberadamente la paternidad de sus hijos a otro hombre, lo cual va a tener gravísimas consecuencias para el hijo.

De hecho, existen comités médicos que se han visto en la complicada tesitura de tener que evaluar, en parejas con problemas de fertilidad masculina, la idoneidad de tener que comunicar al feliz papá que el embarazo espontáneo de su pareja no era fruto de la medicina.

Ahora está más de actualidad que nunca el debate de si es conveniente desvelar la identidad de los donantes de semen (y de óvulos) por la creciente demanda de niños nacidos de inseminaciones de conocer su identidad, de saber de dónde proceden, de tener referencias no solo biológicas, sino emocionales, de quien les dio la vida. No tienen tanto una necesidad de AMAR, que también, como de querer saber quiénes son ellos en realidad.

Cuando una pareja o una persona decide tener un hijo, debe de plantearse muy seriamente la parte de egoísmo que comporta esta decisión. Un ser humano no se comporta como una mascota a la que se acoge y ya está. Un ser humano se hace preguntas SIEMPRE a lo largo de su existencia sobre sus orígenes.

No poder acceder a una parte de nuestra identidad tiene consecuencias fatales en nuestra personalidad.

Estudios científicos sobre la ausencia de la figura paterna (entre otros, Klisberg (2000), Biller (1974), Hetherington, Camara y Featherman (1983), Hetherington, Cox y Cox (1978), Wallerstein (1991), Lasa (1996), Weitzman (1988)… demuestran ampliamente las graves disfunciones que presentan los niños criados en ausencia de la figura paterna en el rendimiento educacional, en la adquisición de conductas y habilidades emocionales, sociales, sexuales, de salud y de capacidades para superar las adversidades. Incluso la mortalidad de estos niños es superior a la de los que tienen las referencias de sus progenitores.

En este artículo, voy a explicar la importancia de la figura del padre para lograr el éxito en la vida. Todo el mundo tiene padre, aunque no lo conozca o lo haya perdido. Tener un vínculo sano con el concepto del padre, sea quien sea nuestro padre, esté presente o no lo esté, es una puerta al éxito emocional, relacional y profesional.

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El poder de la mirada de una madre

Para Bert Hellinger, la primera persona que da permiso para que el hijo pueda tener una relación sana con su padre, es la madre. El vínculo madre-hijo se establece desde el primer momento de la gestación hasta los 12 primeros años de vida. La mirada que la madre tiene sobre el padre de la criatura es la que el niño va a interiorizar: si la madre tiene buen concepto del padre, le admira, le agradece, el hijo va a poder honrar sus orígenes y tomar la fuerza del guerrero. Si la madre tiene un vínculo dañado por reproches, no puede facilitar que la relación del padre con su hijo sea sana.

Si la madre escogió al padre por su semen, como un producto clínicamente perfecto para sus necesidades vitales y no quiere o puede darle una entrada emocional en la vida de sus hijos (como por ejemplo en el caso de mujeres que han enviudado), para al menos poder alimentar a su hijo con sentimientos de orgullo, satisfacción, placer o reconocimiento que infundan seguridad y fuerza vital a pesar del dolor de la ausencia, estas madres sin referencias para sus hijos están dañando la autoestima y el potencial de sus hijos para poder competir con otros varones.

El referente de un varón para un niño es vital para poder adquirir habilidades específicas de los hombres y, para una niña, el referente de un padre le evitará experiencias de repetición donde ella misma busque a través de los hombres a un padre ausente o experiencias de abandono por sus futuras parejas o a ser incluso ella misma madre soltera con recursos más precarios, como sus madres.

¿Cuántas madres privan a los padres de sus hijos conscientemente? ¿Cuántas madres se quejan de sus parejas, o ex parejas, sin saber que están avergonzando a sus hijos de ser quienes son?

¿Cuántas madres rechazan su responsabilidad como adultas de las decisiones que tomaron, comportándose como niñas indefensas y atacando la integridad emocional de sus hijos por tener, o no tener, al padre que eligieron para ellos?

La importancia de la figura paterna en la historia y el mundo animal

Los padres nos hacen falta. Están al servicio de la vida.

En el reino animal, los machos pelean entre sí por las hembras. Como explica Freud, las primeras “hordas” se forman con los machos, las hembras y los hijos de ambos. El concepto de autoridad aparece cuando el padre impide el acceso a sus hijos a las hembras de su horda, forzándoles a pelear con otros machos.

Sin embargo, los hermanos varones se pueden juntar para matar al padre y comérselo. De ahí tomarían su fuerza, se identificarían aún más con su padre y tomarían sus rasgos constitutivos.

En las religiones ancestrales, se asocia la energía del padre creador, al Dios Sol, a la energía vital, al vigor, al guerrero: en la maya es el dios Itzanmá, en la azteca es el dios Tonatihud, en la egipcia es el dios Ra, en la griega y romana es el dios Helio, en la sumeria Ud.

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En muchos idiomas, el sufijo añadido al nombre significa “hijo de”, como por ejemplo en ruso el sufijo “ich”: Ivanovich, hijo de Ivan.

No tener en la memoria la figura del padre (no hace falta tener recuerdos), o tener un padre ausente, o tener un mal concepto del padre, impide tomar todo el vigor vital y la fuerza necesaria para competir con otros depredadores, ya que no se puede conectar con una parte de nuestra fuerza creadora. Muchos hombres padecen falta de autoestima porque se creen superiores a sus padres, más listos y/o mejores, o consideran que hubiera sido mejor no tener el padre que han tenido.

Eso en el fondo es verse a ellos mismos vulnerables, porque tener una mala imagen de nuestro padre o pensar que nuestro padre no está a la altura de las circunstancias, produce mucho dolor y mucha impotencia interna. Se produce incluso vergüenza. Una persona que sufre vergüenza de su padre, sufre indefectiblemente vergüenza de sí misma, se siente en parte sucia, indigna por no poder disponer de una referencia que le hubiera dado tranquilidad y reconocimiento social.

Tener la certeza de que el padre que se tiene es el mejor padre que uno puede tener, da paz de espíritu y mucho coraje. Hace a uno sentirse bien y cuando uno se siente bien, se siente capaz, no incapaz. Muchas depresiones (falta de presión) se evitarían si no gastáramos esfuerzos inútiles en querer ser más listos que nuestro padre y por tanto, que todos los demás.

Es cierto que existen casos realmente extremos donde el padre ha sido una figura muy dañina en el sistema familiar. En estos casos, yo personalmente recomiendo conectar con un solo pensamiento: el de pensar que nuestro padre hizo una cosa maravillosa en su vida: CREARME. Y si yo puedo convertirme en alguien de provecho para mí y para mi entorno, entonces la existencia tóxica de un padre ha valido la pena para permitir que un hijo pueda tener la oportunidad de triunfar. Una de las frases más célebres del cine ilustra mi ejemplo:

 

“Luke, soy tu padre.”

Darth Vader a su hijo Luke Skywalker. Episodio IV, Star Wars.

 

Para las mujeres, el padre es la primera figura masculina de referencia para comportarse con los demás hombres. Si se tiene una relación sana con el padre, no desconfiarán de otros hombres, ni les reprocharán a sus hijos comportarse como su propio padre. Las mujeres se vincularán afectivamente con respeto e igualdad hacia otros varones sin tener la necesidad de competir con ellos por sentirse amenazadas, rechazadas, abandonadas, humilladas. Podrán comportarse como mujeres con sus particularidades específicas. Las mujeres y los hombres sienten distinto y tienen habilidades distintas porque su cuerpo calloso es más grueso que el de los hombres y por tanto su manera de procesar emocionalmente y de desempeñar ciertos roles o funciones también lo es. No necesitarán masculinizarse para rivalizar con otros hombres, o machacarlos y culparles de todos los males propios y los de la sociedad.

La influencia del padre en tu realización profesional

Para Bert Hellinger, la imagen interna que tengamos de nuestro padre nos va a permitir acceder al éxito social y laboral.

 

“Tomar al padre nos abre la puerta a la realización profesional.”

Bert Hellinger.

 

Tener una buena relación con nuestro padre no quiere decir no pensar distinto, no discutir incluso no aguantarlo. Tener una buena relación con nuestro padre significa pensar que, a pesar de los pesares, le queremos y le damos un lugar de poder en nuestro sistema familiar. Y en el fondo, más nos vale, porque de todas formas nos parecemos a él, nos guste o no la idea. Muchas personas piensan que no tienen nada que ver con sus progenitores y todas las dinámicas inconscientes demuestran lo contrario. Hacemos como él porque llevamos impresas en nuestras células sus conductas y reproducimos muchas de ellas en cosas distintas, por eso nos resulta difícil identificar que tenemos las mismas reacciones.

Aunque no tengamos permiso de nuestro padre en el campo profesional (es decir que esté en contra de lo que queremos hacer), también lograremos el éxito.

  • En primer lugar, porque las anécdotas familiares y el modelo de trabajar de nuestros padres son un referente que puede pasarnos desapercibido, pero que existe dentro de nuestra psiqué y nos ayudará a trabajar nuestras metas profesionales.
  • En segundo lugar, porque vamos a intentar por todos los medios que nuestros padres puedan ver, aunque en un principio no hayan estado muy conformes, nuestros éxitos, lo cual nos obligará a meter un impulso extra a nuestra motivación.
  • Y tercero, porque cuando un progenitor se siente orgulloso de su vástago, al hijo le embarga una emoción muy profunda que hace que todo el esfuerzo haya merecido la pena y vuelva a conectarse con la fuerza de ese orgullo paterno para fijarse nuevas metas.

padre y el éxito

Las relaciones con nuestros padres sufren una evolución en nuestras vidas. No les vemos de la misma manera cuando somos niños, que cuando somos adolescentes, o cuando somos adultos, y cuando somos ancianos. A medida que vamos quemando etapas vamos entendiendo más cosas sobre su personalidad y sus acciones. Lo que más nos puede dañar de todo es ver a nuestro padre como un ser inferior a nosotros, o más débil que nosotros. Esto va a traer consecuencias muy graves sobre nuestra personalidad y dificultará nuestro éxito profesional.

En situaciones especiales donde la figura del padre esté muy seriamente dañada, al menos deberemos reconocerle el mérito de una genialidad: habernos dado la posibilidad de existir. A partir de ahí y en la edad adulta, tendremos la oportunidad de avanzar por la vida con menos esfuerzo.

Mi experiencia personal

Yo he tenido una relación emocional con mi padre muy intensa. Recuerdo una niñez con su grave y preciosa voz cantándome una nana que nunca olvidaré ..“En los rigores, de noche fría, ha nacido el niño Dios”… Me la cantaba cuando me iba a dormir y también para consolarme cuando me devoraban los dolores de enfermedades muy dolorosas.

Recuerdo jugar en el parque a coger todas las florecillas para dárselas a mi madre al llegar a casa y él esperándome con infinita paciencia porque siempre quería coger una más.

Recuerdo acordes de guitarra mientras yo dibujaba a su lado a que sabía escribir.

Recuerdo maravillosos cuentos medievales donde me extasiaban las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar, su amistad con Mudarra, las desventruas de los Siete Infantes de Lara…

Recuerdo una tormentosísima adolescencia que se juntó con mi debut diabético, donde le maté, en parte como cualquier adolescente, porque no soportaba ni su carácter, ni el humo de su tabaco, ni sus enfados si se le estropeaba una tecla del ordenador en plena faena intelectual.

Con el tiempo y mi independencia familiar, la cosa se fue dulcificando. La muerte de mi madre nos unió mucho, pero nos distanció de nuevo al reanudar él su vida sentimental, o cuando decidí cambiar radicalmente el rumbo de mi carrera profesional. Su falta de confianza en mi proyecto me dolió mucho. Su miedo a que me fuera mal le impedía ver mi talento. «Hija, pero eso que tú haces ¿Qué es?….Eso es muy esotérico…” Se ha burlado muchas veces de la visión que tengo sobre la vida y ha dudado de mis capacidades intelectuales, emocionales y profesionales. Y a veces hasta mentales.

Me ha dolido profundamente que pensara que era una pobre mujer indefensa a la que cualquiera pudiera manipular. Yo consideraba que le había dado muestras sobradas de mi valentía durante toda mi vida. Había tenido un expediente académico brillante, había afrontado con valentía una enfermedad crónica y era una persona muy reconocida en mi anterior vida profesional. Y sí, había tenido un “fracaso sentimental” divorciándome (yo no lo considero fracaso, al revés, le estoy profundamente agradecida a mi primer marido de todo lo que me ha permitido vivir junto a él). Y sí, de repente soltaba una carrera profesional segura para dar un giro de 180º hacia lo desconocido. ¿Eso era muestra de indefensión? Para mí, era prueba de mi valor y coraje.

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Mi relación con mi padre ha pasado por altos y bajos, como a todo el mundo. Muchos de los enredos con él han sido provocados por cosas de la edad, necesarios para la evolución de cualquier persona. Otros por meterme y opinar donde no debía, su vida.  Y otros por buscar mi sitio en la vida sin su permiso.

Con agradecimiento profundo, cuido los tesoros que he heredado de él: mi pasión por la investigación, mi gusto por las letras, mi ingenio y rapidez intelectual y su gusto por la vida. A mi padre le apasiona vivir y disfrutar. Es ese gusto por la vida el que me ayuda a empezar de cero cuando todo parece derrumbarse a mi alrededor.

He heredado su fuerza de titán por luchar por mis sueños, porque él tuvo que enfrentarse a entornos muy hostiles, entre otros el profesional, por revolucionar con sus investigaciones innovadoras y geniales que han hecho temblar los cimientos de la investigación en la literatura medieval, desmontando a mitos intocables como Menéndez Pidal para devolverles la condición de vulgares humanos.

De él he heredado el no soltar la presa de mis investigaciones, le pesen a quien le pesen y a encontrar siempre las evidencias que los justifican. De él he heredado el que me importe muy poco el qué dirán al mostrarme tal como soy en cualquier entorno y de decir lo que pienso y denunciar lo que nadie se atreve, sin importarme ser excluida y castigada. De él he heredado reírme de mí misma a carcajada limpia y a sacarle punta a cualquier situación.

En una ocasión el gran Jan Jacob me dijo en una Master Class: “Tienes la fuerza de diez hombres”. Claro que la tengo, porque he integrado la fuerza del hombre más importante de mi existencia, el  que me dio la vida, mi PADRE.

Papá. Llevo con orgullo tu apellido y tomo la vida que he recibido de ti, tal y como me lo has dado, para hacer de ella mi triunfo.

 

“Hija, no seré el único hombre de tu vida. Pero sí el más seguro.”

Juan Victorio, mi padre.

 

 

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