22 Ene Cómo gestionar las herencias: visión sistémica
Los trasfondos de las últimas voluntades y sus implicaciones en los herederos. Heredar una empresa.
Las herencias son un legado de nuestros familiares que se pueden recibir de muchas maneras. Por desgracia, son regalos a veces envenenados, no solo porque el recibirlo supone pagar una cantidad relativamente elevada de impuestos, sino porque en primera instancia, desencadena toda una serie de dinámicas de conflicto con los repartos, ya que los herederos pueden estar enfadados por la manera en la que el difunto ha dispuesto lo que le toca a cada heredero.
Por otro lado, con la gestión de ese reparto (aquí me refiero especialmente a los bienes que se heredan en un proindiviso; esto es que varios herederos reciben un solo bien a repartir entre todos y hay que ponerse de acuerdo en cómo administrarlo y hacer la partición), son raros los casos donde no surjan discrepancias sobre la percepción de cómo se tienen que hacer las cosas.
Finalmente, encontramos sentimientos muchas veces encontrados, antagónicos y los enfrentamientos que terminan surgiendo entre los herederos.
En cualquiera de estos casos, ¿Qué respeto, qué cariño, qué agradecimiento queda para el testador?.
Una herencia se puede convertir en una maldición. A menudo supone una pesada carga que puede arrastrarnos a una lucha que no queremos y que se suma al duelo por el difunto.
En vez de sumarnos algo, nos quita. En este caso, la herencia no está al servicio de un progreso en la calidad de vida… Está al servicio de otro fin inconsciente (tal vez sacar a la luz conflictos silentes sin resolver que nos sirvan para confrontar, aprender, madurar, explorar, descubrir nuevas habilidades emocionales….).
Explorar las herencias desde varios ángulos me parece apasionante y en este artículo os invito a reflexionarlos conmigo. Por suerte o por desgracia, todos los que me estáis leyendo habéis pasado o pasaréis al menos una vez en la vida por este trámite. Tal vez podáis entender mejor lo que ha implicado para vosotros esta experiencia. Para los que no la habéis tenido, espero que os ayude a ser más conscientes de vuestro próximo proceso.
“El movimiento transcurre a lo largo de varias vidas”
Bert Hellinger
Bert Hellinger considera que en las herencias, hay que tener muy en cuenta varios aspectos.
1) El más significativo y revolucionario emocionalmente, a mi juicio, es que nadie merecemos recibir una herencia (material), ni siquiera de nuestros padres. Esto lejos de cargarnos, nos libera de muchos líos y de muchas tensiones.
2) Una herencia sólo puede ser rentabilizada plenamente con éxito si se recibe con la máxima gratitud. Cualquier sentimiento de perjuicio o de agravio comparativo activará toda una serie de dinámicas de pensamientos tóxicos (enfado, rabia, estrés, tristeza) que lejos de potenciar una respuesta cerebral dopamínica (ante el estímulo de poder mejorar nuestra calidad de vida con lo recibido), nos va a arrastrar hacia el victimismo y nos elevará el nivel de cortisol en sangre.
La voluntad del difunto
En primer lugar, al difunto hay que agradecerle todo el esfuerzo que ha hecho durante su vida de darnos los frutos de su trabajo, de crear un patrimonio o de preservar y traspasar lo recibido por él mismo.
Supuestamente el difunto reparte sus bienes como mejor considera según sus preferencias y afectos. Esta manera puede romper absolutamente todos los esquemas en positivo o en negativo de sus herederos.
A través del reparto que el difunto hace entre sus herederos, éstos pueden deducir los afectos y preferencias. Si bien éstos podían ser evidentes, también se pueden descubrir sorpresas agradables pero también, desagradables. Esto puede generar un mundo posterior de suspicacias, pugnas, luchas judiciales entre los beneficiarios que pueden llegar a prolongarse durante toda la vida de éstos.
En este sentido, Bert Hellinger señala que lo más sano es no recibir herencias.
Existen casos verdaderamente complicados, como por ejemplo, cuando se tienen hijos con distintas parejas. Se suelen provocar sentimientos de exclusión entre los hijos ya que las madres o padres, les pueden inculcar el sentimiento de que unos han sido favorecidos en detrimento de otros. El legador se puede convertir en muchas cosas: una persona injusta, o una persona débil y manipulada por su última pareja a ojos de sus hijos. La tensión puede traspasar generaciones y debilitar a todos los hijos del difunto ya que se pueden sentir excluidos del cariño del progenitor fallecido. Vivir arrastrando ese lastre trae consecuencias graves emocionales y materiales.
Cuando una de las parejas o miembros del clan familiar del difunto(a) no permite un reparto equitativo de los enseres o de los objetos personales hacia todos los hijos, está abocando a sus propios hijos a conflictos graves. Les convierte directamente en perpetradores generando la culpa y la vergüenza inconscientes de haberse quedado con cosas de otros de forma fraudulenta. Esto es una carga, no una riqueza. En vez de generar una buena cordialidad y un reforzamiento del sistema familiar, lo fractura aún más por generaciones que se verán obligadas a hacer el esfuerzo de reparar lo dañado o de asumir las consecuencias de peleas anteriores.
La herencia como movimiento hacía la vida
La herencia es “un movimiento hacia los padres” o “un movimiento hacia el donante”. Cuando este movimiento es interrumpido por sentimientos que nos amargan el momento, nos amargará también el potencial éxito de lo heredado impidiéndonos rentabilizar con satisfacción emocional y material lo recibido. Si no consideramos un éxito haber recibido algo, ya podemos aventurar que la herencia tendrá muchos obstáculos para poder ser productiva económicamente. O se malgasta, o se reinvierte mal. Es similar a lo que ocurre con la lotería. El porcentaje de afortunados que no ha sabido gestionar el premio y que lo ha perdido todo en un breve periodo de tiempo es un hecho contrastado.
En el caso de recibir una herencia con culpa, con un sentimiento de “no merecimiento”, podemos también llegar a perderla y malgastarla porque inconscientemente desarrollaremos estrategias para intentar “aliviar” esa culpa a través de la pérdida y la carencia. “Ya no lo tengo así que ya me puedo sentir bien”. O al revés “Ya no lo tengo y además me siento culpable por haberlo perdido».
Ahora ya hay dos motivos por los cuales sentirme culpable. Esta actitud generalmente suele ser un comportamiento, una estrategia de vida que ya anida en el receptor. Si esta persona tiene estos sentimientos en la herencia, es que ya tiene un conflicto interno con sentirse culpable por otras cosas y la herencia le ha venido a señalar otro foco de conflicto. Esta persona ya vivía previamente en la pérdida. De nuevo aquí hay que salirse del rol y no mirar la propia agonía, sino volverse con agradecimiento a la persona que pensó en nosotros. Ese es el mejor regalo que le podemos hacer ahí donde esté.
Lo mismo ocurre cuando los herederos no se ponen de acuerdo en la gestión de la herencia. Las tensiones ya podían existir previamente. Si surgen en ese momento, es que ya existían antes pero no nos habíamos querido dar cuenta (podía ser muy muy inconscientemente). La verdadera relación entre los herederos salta por fin a la luz. Probablemente esta situación le causaría verdadero estupor y pena al difunto si resucitara. Es una pérdida de respeto hacia su esfuerzo y solo hay dos vías para resolver el asunto: en primer lugar, poner a un tercero de representante para dialogar y negociar con el resto. Esto evita los enfrentamientos directos. En segundo lugar, para nosotros mismos, intentar conectar con la buena intención del difunto para conectar a nuestra vez con el éxito y no con la lucha y la pérdida de poder.
EN LAS EMPRESAS
Las empresas familiares que se transmiten por herencia presentan una casuística similar. Las luchas de poder que se pueden desencadenar frente a la sucesión del fundador generarán bloqueos en el funcionamiento de la misma.
El reparto accionarial puede cambiar radicalmente el rumbo y las estrategias de mercado anteriores. Es muy importante no perder de vista los deseos del socio fundador, del socio legador, ya que contravenir las directrices emocionales y los principios rectores de estas personas puede llevar a la empresa al fracaso a medio y largo plazo, como expone Jan Jacob Stam en su libro “Alas para un cambio”. Se puede malgastar el dinero de la empresa en juicios millonarios e interminables, en luchas internas que la debilitan frente a competidores y clientes. En estas situaciones todos los esfuerzos de los fundadores por emprender y crear un servicio a la sociedad, por crear prosperidad, serán mancillados y el inconsciente interno de la empresa se resentirá también en la productividad del personal que se verá, sin comerlo ni beberlo, envuelto en un conflicto donde la incertidumbre y la inseguridad causarán estragos.
Las herencias de empresas vienen con un mandato implícito: el de continuar con la empresa y hacer que crezca.
Se pueden plantear varios escenarios para los herederos:
– no querer participar ni en la gestión ni en la administración de la empresa
– querer gestionar y administrar la empresa
– tener una participación únicamente en la distribución de beneficios
En el primer caso, el problema es muy grave cuando un familiar que tiene otros planes de vida profesionales y laborales se siente obligado a corresponder con la herencia por lealtad al sistema familiar. Tal vez deba de sacrificar su propia vida, sus propios proyectos personales, para poder “mantener en vida” el proyecto del difunto. Incluso también porque otros miembros del clan familiar se lo exijan o dependan de ello.
Esta herencia fagocita al receptor. Se puede dar el caso de que aunque no lo tuviera previsto, le gustase el negocio, lo haya mamado a nivel familiar y se le diera realmente bien gestionarlo. Si su evolución personal se lo permite, esta herencia le habrá permitido descubrir nuevos talentos tanto para mantener un legado, como para poder desprenderse de él en óptimas condiciones si su vocación fuera otra. Gestionar esta herencia tan comprometida a nivel individual y transformar un regalo muy comprometido en un detonador de talentos, va a depender de la estrategia emocional al recibirla. Es necesario tener mucha valentía y una gran dosis de liderazgo. En este caso se habría hecho un movimiento de éxito hacia la vida.
En el segundo caso, en el de querer administrar y gestionar la empresa, el compromiso es estar a la altura o superar en la gestión a los fundadores. Generalmente, ha habido una preparación profesional antes para asumir el reto. La herencia aquí tiene también una parte muy comprometida: la de superar al líder que hubo antes y que éste, se transformará también en el gran rival del actual. No se perdonará ningún error de gestión. (Ver artículo: “El líder en la sombra”). Siempre se estará evaluando la gestión y los éxitos anteriores.
Se puede plantear el caso contrario: si se hereda una empresa en crisis, es la ocasión perfecta para cerrarla o hacerla crecer haciéndonos sentir que hemos honrado aquello que nos han dado. La satisfacción personal de las personas que conozco que han estado en esta situación es indescriptible. Todas tienen un rasgo común también: la enorme gratitud de haber tenido la oportunidad de hacer algo grande con un regalo envenenado.
En estos casos, las herencias siguen siendo un movimiento hacia la vida. Recibir una herencia supone un gran vuelco emocional que transforma nuestra vida.
Siempre tenemos la opción de renunciar a ella. Esta decisión puede conllevar también una gran tristeza. Muchas personas mueren sin testar porque piensan que ese momento queda lejos. No asumen que la vida es un regalo que se puede acabar en cualquier momento y tampoco quieren ver el inmenso trabajo que supone para los herederos poner en orden la burocracia que viene después, que suele ser muy desagradable y complicada. La muerte no es un movimiento finito, perdura para el entorno a través de los testamentos, tanto emocionalmente como materialmente. Es muy necesario cuidarlos y reflexionar sobre ellos, tanto a la hora de hacerlos, como a la hora de recibir.
“Tal vez incluso cuando esa persona no pudo seguir con vida, se inicia un movimiento de vida que trasciende a esa vida”
Bert Hellinger
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