La seducción
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la seducción

La seducción

Este artículo se lo dedico a un buen amigo mío, con el que he tenido varias charlas sobre el tema y que me ha propuesto escribir estas reflexiones. Gracias, Gran Jefe (le llamo así). De corazón.

Todos queremos seducir. A todos nos seducen ciertas personas. Desde pequeños, queremos seducir a papá o a mamá para ser queridos, para que nos miren con aprobación, para sentirnos contentos.

A mamá la puedo seducir siendo más obediente, o haciendo cosas agradables para arrancarle un premio. A papá igual. Le puedo seducir intentando hablar de lo que a él le gusta, intentando sustituir a mamá como favorita con mimos y carantoñas.

Estos mecanismos que se desarrollan de manera más o menos compleja en la infancia dependiendo del tipo de familia que tengamos, los trasladamos siendo adultos con estrategias emocionales hacia nuestros entornos: amistades, compañeros de trabajo, jefes, clientes, pareja…

El estereotipo de seducción que nos venden en bastante vulgar. Se limita únicamente a la seducción sexual con imágenes y actitudes que pretenden decir que soy una mujer fatal, o también un hombre fatal. Y ya. El enunciado acaba con “tengo un buen polvo”. Y punto.

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Pues buenos polvos los tenemos todos, si nos interesa.

La seducción puede llegar a tener consecuencias fatales para nosotros si no estamos muy centrados en quienes somos, qué necesitamos y qué queremos oír. Sobre todo esto último.

Todos nuestros sentidos están al servicio de la seducción, pero somos especialmente vulnerables con dos: la vista y el oído.

La vista

El sentido de la vista, perdón por la redundancia, “a la vista está”. Comemos con los ojos. El disfraz, la apariencia, lo es todo. Nos excita sobremanera. Si a un niño le pones delante del escaparate de una tienda de juguetes se vuelve loco. Si nos plantan delante de las narices cualquier cosa que nos guste, estamos pillados en parte. Y si lo que nos ponen delante es un ser humano, nos volvemos locos.

Esto creo que no hace falta explicarlo, todos hemos pasado por ello.  Cuando era adolescente, mi madre me mandó un día a realizar una gestión bancaria. Cuando llegué a la ventanilla, literalmente me quedé muda al ver al chico que me atendía. Pero muda. Me pareció el tío más guapo del mundo. No podía abrir la boca. Bueno, me quedé muda y sorda, porque empezó a hablarme pero yo no le oía. Estaba ida. Hasta que volví a mi ser, unos segundos después, al ver la cara de cachondeo que me ponía él a mí.

Esto lo cuento como anécdota, pero me impactó mucho haber perdido facultades físicas ante una persona que me había deslumbrado. Si esto me pasa en otras circunstancias, lo pago mucho más caro.

El oído

El oído es mucho más traicionero que la vista. Por el oído te dejas convencer de casi cualquier cosa. Los políticos, los vendedores profesionales, los media, juegan mucho con el oído.

Los seductores auditivos son muy peligrosos. Te cuentan lo que necesitas oír. Te prometen lo que necesitas que te prometan. Te hacen sentir confiado y pueden influenciar todas tus decisiones. Rasputín, consejero del Zar Nicolás II de Rusia (dinastía Romanov), personaje misterioso, místico, excesivo, convincente, ilustrado… sedujo al Zar, a su esposa y también a todas las damas de la corte imperial. Su poder era ilimitado porque conseguía abducir con su discurso a quien se le acercara. Fue tal el miedo que se tenía a su poder, que personas del entorno del Zar le asesinaron y enterraron su cadáver. Pero mas tarde, los soldados bolcheviques le desenterraron, le quemaron y esparcieron sus cenizas para asegurarse de que el sujeto no volviera a utilizar “sus malas artes”.

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Todos empleamos este sentido para seducir porque con los demás, seducimos un rato, sólo un rato. La palabra es un arma letal. La argumentación es un arma letal. Para vencer al enemigo, para buscarse aliados, para conseguir nuestros objetivos, seducimos por el oído.

Cuanto más nos conocemos, más inmunes somos a la seducción, porque conocemos nuestras debilidades y sabemos que por ahí nos van a llevar al huerto.

Se puede seducir llorando, se puede seducir por nuestra gracia torera, se puede seducir aparentando ser más vulnerable o mucho más fuerte de lo que somos, se puede seducir por mil actitudes. Las que repetiremos son las aprendidas en la infancia. Lo que nos funcionó en nuestro sistema familiar, lo vamos a repetir y perfeccionar.

Nos dejaremos seducir por nuestras carencias. Si tenemos falta de confianza, nos seducirán las personas que muestren esa seguridad en sí mismos, aparente o real. La seducción es un arte, un juego, un baile donde se necesitan al menos dos personas: la que necesita algo y la que da algo. El seductor necesita al que necesita ser seducido, y a su vez el seducido también le da algo al seductor: poder. Es una relación bidireccional.

Por ese mismo motivo veo tan débil al que ejerce el papel de seductor, como al que ejerce el papel de seducido.

Parece que el seducido es el débil. Pero no es así. Ambos son débiles porque ambos necesitan ego y poder, ambos se necesitan de forma distinta. Es un juego muy competitivo donde el seductor compite con sus mejores armas para ganarse la confianza del otro y acrecentar su sensación de poder y bienestar emocional. Y el seducido también refuerza su ego por mantener y concentrar el interés del seductor sobre su persona.

 

“Dime qué te seduce y te diré por donde te van a atacar”.

Pitia Coaching Sistémico

 

 

Cuanto más claras tengas las cosas en tu cabeza, más complicado va a ser que te seduzcan. Y menos necesidad vas a tener de seducir. Encontrarás otras estrategias emocionales para lograr lo que persigues mucho más estables y duraderas, porque no vas a tener que recurrir a “engaños”. Vas a estar mucho más seguro de ti mismo, del peso de tus argumentos, de tus convicciones internas y de tu poder real. Vas a ser mucho menos vulnerable a tus debilidades internas y eso lo vas a transmitir en tu lenguaje verbal y no verbal. No vas a necesitar que te coman la oreja o que te hagan la pelota.

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Siempre se ha valorado mucho la autenticidad, precisamente, por su escasez. Y la seducción es lo contrario a la autenticidad.

La autenticidad

La autenticidad es un imán que atrae relaciones y proyectos reales.

La autenticidad impresiona mucho porque su impacto es sorprendente. Es demoledor.

Una persona que se siente libre de ser como es, que se gusta, que se acepta y no necesita caer bien, una persona que no se siente amenazada por las opiniones ajenas, que no necesita tener un comportamiento estridente para reafirmarse, ni tener un lenguaje amenazante hacia otros para mantener su statu quo, una persona auténticamente genuina no necesita ni seducir, ni que la seduzcan.

La seducción, como todo, cumple su misión. Todas las emociones son necesarias y todas están unas al servicio de otras: el enfado está al servicio de la reconciliación, la reconciliación al servicio del enfado. La tristeza está al servicio de la alegría, la alegría está al servicio de la tristeza. Las emociones se complementan y cada una de ellas le otorga un valor añadido y da sentido a la otra. Es necesario intentar conseguir un equilibrio entre todas para no perder el control sobre nuestra vida y dejarnos arrastrar por sensaciones que van a condenarnos a lo que no queremos: la frustración.

 

“Dime cuan seductor eres y te diré lo débil que te muestras”. 

Pitia Coaching Sistémico

 

La seduccón como juego

La seducción debe ser un juego consentido por las dos partes, donde se van alternando los roles de “seductor” y “seducido” para que sea más equilibrado y sano. Sobre todo, debe ser un juego CONSCIENTE donde nadie se aproveche de la vulnerabilidad de nadie.

Me divierte mucho la seducción. Me gusta ver el juego como una obra de teatro. Veo lo que se muestra en el escenario. Pero francamente, lo que más me interesa son las bambalinas, lo de detrás, el montaje oculto para que la escena sea representada.

Me suscita mucha curiosidad y por eso mismo suelo desmontar siempre el “juguete”: destripo el mecanismo, veo cómo funcionan las piezas por separado y las identifico rápido en otros juguetes. Por eso me divierte. Y me divierto mucho explicándoles a los demás sus propios juegos de seducción y las vulnerabilidades que muestran con ellos.

Me han seducido muchas personas, hombres y mujeres. Y me han seducido porque he sido la responsable de no ver las cosas como eran. No me culpo de ello porque tampoco tenía las herramientas necesarias para manejarme, ni la experiencia que tengo ahora. Me han seducido románticamente, emocionalmente, profesionalmente, intelectualmente, espiritualmente…

He aprendido cosas muy valiosas. Por ejemplo, a aterrizar. “Aterrizar” para mí es “tomar tierra”, tener siempre todos los sentidos muy anclados a cosas reales, prácticas, pragmáticas.

He aprendido también a observar y relacionar. Me encanta. Lo observo todo, lo anoto todo, lo relaciono todo consciente e inconscientemente. La seducción entre individuos es algo muy habitual y a veces tiene formatos muy finos, sutiles y estratégicos.

 

“Sólo cuando conoces cada detalle de la condición del terreno puedes maniobrar y luchar”. 

Sun Tzu.

 

Siempre se habla del “arte de seducir” y ciertamente es un arte. Pero para mí, lo que verdaderamente es un arte, es el conocerse a uno mismo. Porque no hay mejor engaño, ni más potente, que el propio. La “auto-seducción” para reforzar tus propias creencias y seguir enamorado de ti mismo justificando todas tus gracias y desgracias. Para justificarte a ti y seguir seduciendo a tu Narciso interno.

 

 

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